
La segunda vuelta se define entre el nacionalista Ollanta Humala y la derechista Keiko Fujimori. El interior, los intelectuales y los campesinos apoyan al ex militar. Lima, los jóvenes y los empresarios están con la hija del dictador.
La congresista Keiko Fujimori y el militar retirado Ollanta Humala disputarán hoy la presidencia de Perú para el período 2011-2016 en un ambiente polarizado que refleja la fragilidad política de un país que, por el contrario, marcha bien en materia macroeconómica.
Porque así lo decidieron los peruanos en la primera vuelta en abril, la lucha será entre los candidatos que previamente eran, de lejos, los más resistidos: Humala por un pasado radical que lo liga en el imaginario colectivo al presidente venezolano Hugo Chávez, y Fujimori por ser la supuesta continuidad de su padre, el hoy preso ex mandatario Alberto Fujimori.
Que hayan ganado también tiene explicación para los analistas. Uno captó a quienes quieren cambios fuertes en el modelo económico porque se sienten excluidos, y la otra evocó el recuerdo de un gobierno que, en medio de una gran corrupción y violaciones a los Derechos Humanos, llevó al Estado a donde no había llegado antes. Y para hacerles más fácil la tarea, las fuerzas de centroderecha a centroizquierda se presentaron divididas y erráticas.
Le bastó a Humala tener un 27% de los votos y a Fujimori un 20% para quedar finalistas. Un escenario temido al que el Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, había definido en su momento como una elección entre “el sida y el cáncer terminal”.
La situación pareció hundir al país en un trauma. Salvo aquellos que desde el primer momento apoyaban a uno de los dos, todos aborrecían la idea en un proceso electoral en el que el odio ha jugado un papel importante. El racismo se desató, pues muchos limeños achacaron el resultado a la “ignorancia” de los “cholos”.
Humala y Fujimori, que representaban los extremos izquierdo y derecho de la política peruana, tuvieron que buscar el centro. El primero lo hizo a costa de sacrificar muchas propuestas radicales, como la nueva Constitución, y la segunda a través de una búsqueda de mayor apertura democrática.
En ese marco, ambos fueron captando adhesiones, en muchos casos más por rechazo al otro que por devoción. La campaña se convirtió en un escenario de pánico, en el que unos asustaban virtualmente con que Humala significaba el comunismo y otros con que Fujimori era el fascismo y el delito. Un especie de dilema economía versus ética.
En el reacomodamiento, hasta Vargas Llosa, el escéptico, se embarcó en la empresa humalista a la que había sido tan reacio. Salvo él y algún que otro liberal que privilegió lo ético, Fujimori se llevó a la derecha y la centroderecha, incluidos los ex candidatos Pedro Pablo Kuczynski y Luis Castañeda, tercero y quinto en primera vuelta.
Humala llegó hasta el centro e incluso un poco más. Compañías como la del ex presidente Alejandro Toledo le han ayudado a lavar la cara, aunque, plantean analistas, muchos de sus seguidores de primera hora, los radicales, habrán quedado descolocados.
Para los expertos, Humala fue más exitoso en la ampliación de la base, pues en Fujimori siguieron básicamente los mismos rostros, la mayoría ya presentes en el gobierno de su padre (1990-2000). El problema para el líder izquierdista ha sido de credibilidad, lo que se agravó con la dura campaña en contra de la mayoría de la prensa.
El sociólogo Julio Cotler descarta que Humala pueda generar el daño grave que aterra a la contraparte. Según él, fenómenos como Chávez o Evo Morales se explican en la existencia de una crisis profunda, que no es el caso peruano. Así, de ser el elegido, no recibirá un cheque en blanco y tendrá necesariamente que concertar.
“Más que temor a un Chávez, me preocupa un escenario del tipo Lucio Gutiérrez (el ex presidente ecuatoriano), en el que los poderes fácticos harían todo lo posible por azuzar ese desorden”, dijo Cotler en la revista especializada Argumentos.
Para el analista, Keiko es potencialmente más peligrosa, por el manejo que su sector hace del poder, además de que “reivindicar a (Alberto) Fujimori sería una ignominia”. Para los antifujimoristas, elegir a la hija será liberar al padre y reinstalarlo en el poder.
El miedo al desastre económico y al desastre moral están empatados, según las últimas encuestas. Y el país está dividido: la mayoría de Lima, de las mujeres, de los más jóvenes, de los ricos y del empresariado, con Fujimori; La mayoría del interior, de los hombres, de los mayores, de los campesinos, de los intelectuales, con Humala.
No será fácil restañar heridas. El analista Carlos Meléndez dice que, gane quien gane, no habrá luna de miel. Pero ninguno tiene mayoría en el Congreso y habrá que dialogar.
Perú ha crecido económicamente de a siete a ocho puntos por año en la última década, pero eso, aunque ha disminuido la pobreza, no se ha transformado en mejoras contundentes en la desigualdad y la exclusión. Y la fragilidad de un aparato político con liderazgos pobres y baja institucionalización complica más el panorama.
 
 
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